LA CALLE TRIANA DE BRENES

Estimado Señor Alcalde de Brenes:

Me llamo Fernando Gómez Mancha y, desde hace diez años, doy clases en el IES Jacarandá. Vivo en Brenes desde hace seis años, aquí estamos empadronados mi mujer, mis hijos y yo, y aquí somos felices. Sin embargo...

... hace cuatro años me vine a vivir a la calle Triana. Aquí compré mi casita. Pero, desde entonces, he venido observando y sufriendo una serie de circunstancias, hechos y situaciones que atentan contra la convivencia y la salubridad de las personas que vivimos en esta calle. Muchas de estas cosas se pueden hacer extensivas al resto del pueblo.

A continuación paso a detallarlas:

1. LA ZONA DE BASURAS.

1.1. Algunas personas tiran la basura en el contenedor sin bolsa, directamente desde sus cubos, por lo que los residuos y malos olores quedan impregnados en el contenedor aún cuando éste se vacía.

1.2. Los hay también que acostumbran a dejar los cartones, cajas, etc. fuera del contenedor. Suelen ser en gran cantidad, y, sobre todo, son cajas de productos parafarmaceúticos y hortofrutícolas. Te encuentras metros cuadrados de cajas de cartón y basura, entonces, fuera de los contenedores, que los encargados de recoger la basura no se llevan (probablemente estén en su derecho de no hacerlo), y que quedan días y días estorbando y afeando la calle.

1.3. De la misma forma también algunos incívicos dejan colchones, sillones viejos, etc. al lado de los contenedores.

1.4. La zona de los contenedores siempre está sucia, manchado el suelo y despidiendo un olor muy desagradable, aún con lo contenedores vacíos. Propongo que los servicios de limpieza del Ayuntamiento vengan más a menudo a limpiar la zona. Justamente hoy (22 de septiembre de 2010), un día después de escribir lo anterior, han venido a limpiar la calzada donde están los cubos, pero la limpieza ha sido tan superficial que no se nota en absoluto

2. LOS PERROS.

2.1. Es normal encontrar en nuestra calle perros sueltos que molestan a los niños y adultos cuando pasean o que persiguen, ladran y amenazan con morder a los atletas que pasan corriendo o en bici por la zona.

2.2. Algunos dueños de dichos perros tienen por costumbre sacarlos a hacer sus necesidades a la calle, por lo que ésta está siempre sembrada de cacas y regada de pipís (especial mención a la zona de aparcamientos, que da asco), haciendo que en lugar de parecer esto una calle de un pueblo parezca un campo de abono, por el que hay que ir paseando esquivando y eludiendo restos a cada paso.

2.3. Algunos de estos dueños u otros también tienen por costumbre atar a su perro a una cancela de un solar, en medio de la calle y dejarlo allí que ladre, cague, mee y permanezca.

2.4. De dicho solar, perteneciente a Endesa o Sevillana, algunas personas (no entiendo por qué) tenías llaves del candado de la cadena y aprovechaban para encerrar allí a sus perros. Las cacas que lo adornan se pueden contar por cientos. La policía requisó a un vecino la cadena, el candado y la llave, pero nadie vino a limpiar, por lo que las cacas siguen allí, adornando el paisaje. Ayer mismo, mi vecina Carmen, de 79 años me contó que no ha podido abrir dos de las ventanas de su casa en todo el verano, pues dan a ese solar y dice que el olor es insoportable.

3. ACERAS Y CALZADA.

Sería conveniente y necesario arreglar el acerado y la calzada de esta calle, están ambos en condiciones pésimas.

4. OTROS.

He llegado, incluso, a observar como algún vecino, que tenía obras en casa, dejaba los escombros en la calle, pegados a la acera, sin contenedor ni nada. Por no hablar de esas cocheras llenas de muchachos, en esta calle y en la paralela de Virgen de la Amargura, que ponen la música a todo volumen, que incluso, a veces, retumba mi casa, y que orinan junto a los contenedores anteriormente mencionados.

Es por todo ello que pido se den soluciones a tales problemas.


Atentamente y, por adelantado, agradecido,

Fernando Gómez Mancha.


PD: Acabo de llegar de trabajar; hoy, la calle la adornan un hueso enorme, sangriento, de la pechuga de un pollo y cientos de dados de comida para perros. ¡Qué vergüenza!

EL IMD DE SEVILLA DESHUMANIZADO


... o POR UN PUÑADO DE CÉNTIMOS


Acabo de salir del Complejo Deportivo San Pablo, más decepcionado que enfadado. Definitivamente, esta sociedad se está quedando sin alma. Llegué, desde Brenes, por el placer de entrenar una tarde en la preciosa Sevilla, ciudad de servicios, donde se supone que el ciudadano debe ser atendido y el turista mimado.
Venía con la ilusión de hacer 10 kilómetros en las pistas de atletismo. Al llegar me encuentro un guardia jurado que me impide la entrada y me manda a la Administración; allí, me comunican que no hay forma alguna de que hoy yo pueda acceder a dichas instalaciones municipales. Tendría que, previamente, haber realizado un ingreso bancario de 90 céntimos para poder disfrutar 2 horas. Le digo “te pago los 90 céntimos, te pago 2 euros, te dejo mi carné, te lo ingreso mañana, te hago un juramento, lo que quieras pero… ¡déjame entrar!, ¡he venido sólo para esto!, ¡tan sólo quiero correr 40 minutillos, no más!”. La encargada se niega en rotundo. Me dice que antes sí que se podía pagar en mano, pero que ahora, afortunadamente (pues era bastante incómodo), NO. ¿Incómodo? ¿Crees, acaso, que es para mí muy cómodo irme con las manos vacías? Ella me dice que no, no, no, no, no, no. Y yo: “Ponte en mi lugar. Voy a perder una tarde para nada”. Le digo que soy profesor de Educación Física, que pertenezco al Club de Atletismo Brenes, que soy ‘buena gente’, que bendigo la mesa antes de almorzar, le imploro casi… pero ella sigue igual de inaccesible. No, no, no, no, no, no. “Quiero hablar con el director” y me dice que sólo está por las mañanas. “Quiero, entonces, hablar con un responsable”, pero allí no hay responsables ni personas que puedan tomar decisiones sin miedo, sólo mandados. Comprendo que no depende de ella, pero esa actitud y esas normas me convencen, una vez más, de que esta sociedad está cada vez más deshumanizada y burocratizada, los papeles ahogan los corazones… sobre todo en las ciudades.
En Brenes, sin embargo, un día, llegó a mi casa Iván, el repartidor del servicio a domicilio de Mercadona, y, cuando le fui a pagar, vi que no tenía suficiente; él me tranquilizó, me montó en su furgoneta de reparto, me acercó al cajero y, luego, me quiso (cosa que no acepté ya), incluso, volver a llevar a mi casa. Gracias a Dios, en los pueblos, aún, las personas tratan a las personas como personas (¿cómo se denominan las redundancias dobles?). Sin embargo, en la ciudad, un día de lluvia copiosa, te falta un céntimo para comprar el billete del autobús, y te quedas en la parada más mojado, tirado y triste “que un torero al otro lado del telón de acero” (que diría Sabina). ¡Qué pena!
Así que he cogido, de nuevo, el cercanías hacia Brenes; una vez allí, me he dirigido hacia la pista de atletismo; nadie me ha parado en la puerta, nadie me ha pedido dinero ni acreditación, nadie me ha hablado de transferencias previas; he calentado, he corrido 10 kilómetros en 41 minutos y 21 segundos, he realizado estiramientos, y me he vuelto caminando a mi casita, dando gracias al cielo por la sencillez de la vida rural.
Sólo me queda (¡qué vengativo soy!) desear que uno de éstos que me han negado la entrada a las pistas de atletismo, algún día, se encuentren en la misma situación (que yo hoy), se tengan que fastidiar (como yo hoy), y se acuerden de mí, me comprendan y decidan actuar con más sensibilidad la próxima vez.
Y que el IMD cambie esa política.